En las organizaciones, el cambio se ha convertido en una estrategia de supervivencia vital para evitar el estancamiento y la falta de competitividad. La investigadora asociada Helen Wilkinson y el profesor del IESE Pablo Cardona analizan el papel que los directivos deben jugar como "agentes de cambio" con el fin de promover los procesos de transformación interna de una empresa.
Un agente de cambio es una persona capaz de aceptar, interiorizar y promover el cambio. Cualquier directivo debería ser capaz de actuar como tal ya que, de lo contrario, el cambio que se intenta implementar en la empresa o bien no tendrá éxito, o bien se introducirá de manera traumática, a través de despidos o de sufrimientos innecesarios.
Sin embargo, no es tarea sencilla. Las personas suelen presentar una resistencia "más o menos explícita" a cambiar debido a la falta de esperanza, de autoestima y de autoconocimiento.
Para superar estos obstáculos, primero el ejecutivo debe plantearse qué sentido tiene el cambio en relación con su trabajo y qué aspectos positivos puede aportarle (formación y aprendizaje personal, mayores ingresos, mejores relaciones interpersonales, afianzamiento de su carrera profesional, etc.)
Luego, hay que revisar las razones por las que uno cree que no es capaz de cambiar y tener en cuenta que los fracasos anteriores pueden pesar demasiado. Busque las raíces de esos fracasos y corríjalas (empezando, quizás, por retos más pequeños).
Reflexione sobre los bloqueos interiores que dificultan la aceptación del cambio: miedo al fracaso, comodidad, arrogancia, rigidez de planteamientos, falta de perspectiva e impaciencia.
Ahora bien, una vez que se ha detectado los bloqueos que le impiden cambiar, es hora de superarlos. ¿Cómo lograrlo?
1) Miedo al fracaso
Ante el miedo al fracaso, no hay nada mejor que la acción. La dilación del comienzo del cambio sólo aumenta los temores. ¿Para qué perder tiempo, energía y creatividad en imaginar escenarios negativos?
2) Comodidad
El cambio trae consigo una gran oportunidad de crecimiento personal. A la larga, esto suele aumentar la sensación de comodidad del directivo. Para vencer este obstáculo, es necesario tomar la resolución de cambiar y empezar por modificar algún área muy concreta y asumible, para después ensanchar objetivos.
3) Arrogancia
Ante la arrogancia, el agente de cambio debe ser valiente y preguntarse si es permeable a las críticas, si está abierto a la posibilidad de mejora y, por tanto, de cambio. Se requiere humildad, un esfuerzo por buscar información objetiva, por preguntar a alguien de confianza sobre la propia manera de actuar.
4) Rigidez de los planteamientos
Ante la rigidez de planteamientos o la falta de perspectiva, el ejecutivo debe tratar de aumentar su bagaje cultural y humanístico. Lea libros de diversa tendencia, participe en seminarios, aprenda a establecer prioridades, o resérvese un tiempo en la agenda para pensar en objetivos a largo plazo.
5) Impaciencia
Ante la impaciencia, el mejor remedio es el optimismo, sabiendo que los cambios no se consiguen de la noche a la mañana.
Si no tira la toalla, la persistencia acabará dando sus frutos. En definitiva, para cambiar es necesario reflexión, resolución y diligencia. Pero también valentía y convicción de que se está procediendo adecuadamente.
De IESE Insight
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