jueves, 13 de septiembre de 2012

Servicios para viajeros 2.0




Hay una nueva generación de turistas que buscan algo más que la foto típica y un buen paisaje: quieren conocer la cultura y el idioma; alojarse y comer en casas de familia y recorrer la ciudad pedaleando. Para cubrir esta demanda, surgen innovadores negocios.

Después de mucho viajar por el mundo y el país, Eugenia Márquez decidió convertir su hobby en negocio y creó Chee Argentina, un emprendimiento de turismo no convencional que difunde la cultura autóctona desde lo cotidiano. “La idea es mostrar al turista cómo vivimos los argentinos y los porteños, y que participe”, dice Marquez. Hacer un asado, ensayar pasos de tango en el living de una casa, o visitar La Boca más allá de Caminito, son experiencias que muchos viajeros buscan. 

Antes de dedicarse al turismo Eugenia trabajó en compañías de seguros y financieras, luego tuvo un emprendimiento agropecuario. “Empecé a plantear este negocio en 2010, informándome y haciendo un estudio de mercado. En 2011 me inscribí en el programa Buenos Aires Emprende (de la subsecretaría de Desarrollo Económico porteña) y armé el business plan”, cuenta. “Invertí $ 40 mil en la página web y folletería, en los que ofrecía paquetes de experiencias, pero tuve que tcambiar la comunicación porque no llegaba el viajero que estaba buscando”, dice Eugenia. “

Me consultaban por tours clásicos, shows de tango y viajes a Cataratas, cuando yo no ofrezco eso ni puedo competir con las agencias de turismo masivo”, admite. Así, con la ayuda de tutores de Buenos Aires Emprende, reformuló su plan de negocios y de comunicación. “Invertí $ 20 mil más en cambios en la página web y nueva folletería, y obtuve un aporte no reembolsable (ANR) por otros $ 43 mil”, resume. 

De a poco, Eugenia comenzó a tejer alianzas con otros emprendedores: guías especializados en arte y cultura, profesores de tango, artesanos que abren su taller a las visitas, y agencias de viajes que le derivan pasajeros. “No apuntamos al turista espectador que va de compras, sino a un viajero que quiere aprender y participar”, afirma. “La Argentina tiene mucho para mostrar y mí idea es expandir el proyecto a todo el país”, cierra.

Por amor a Buenos Aires
Karine Manoli es canadiense - de Montreal, Quebec-, y llegó a Buenos Aires, en 1990, para colaborar por un año con una ONG en educación popular. Por entonces, tenía 22 años y quedó prendada con la ciudad, sus luces, su ritmo y las flores de jacarandá. Se fue para terminar su carrera universitaria en Letras, y cuatro años más tarde volvió para instalarse. Aquí, enseñó idomas y trabajó para una oficina de promoción de inmigrantes del cono Sur hacia Quebec.

 Entre 2003 y 2006, armó un hostal para extranjeros en la casa que alquilaba. “Había mucho turismo internacional y pocos hostels en la ciudad. Yo tenía dos habitaciones disponibles y me pedían más”, cuenta. Finalmente, en 2007, cuando la oficina de Quebec se trasladó a Brasil, Valerie, una cordobesa ex compañera de trabajo, le propuso armar un emprendimiento en turismo.

“No teníamos capital ni inversores para montar un establecimiento propio. Entonces, decidimos concentrar servicios que ofrecían otras personas, como cuartos de alquiler, clases de Español o tours especializados en arquitectura, fotografía o historia”, dice Karine.

La primera inversión fue de $ 5.000 (en 2009) para la página web. Las socias se inspiraron en el color del Jacarandá, y pensaron crear una sección “de yapa” con datos útiles para los turistas. Así surgió el personaje que le dio el nombre al emprendimiento: "Violeta Deyapa: una chica de 30 y pico, canchera, con onda, que sale y está al tanto de lo que pasa en la ciudad”, dice Karine.

El año pasado, participaron del programa Desarrollo Emprendedor del Gobierno porteño y en el concurso Naves del IAE, la escuela de negocios de la Universidad Austral. Con una inversión de $ 78 mil, (40% financiado a través de un ANR), rediseñaron el sitio para hacerla interactiva y mejorar su posicionamiento en buscadores.

Hoy, facturan unos $ 45 mil mensuales, aunque el margen de ganancia es pequeño, ya que casi todos los servicios (excepto algunos tours armados a medida) están tercerizados. “Apuntamos a gente que sabe viajar y busca una experiencia diferente. Queremos expandirnos a otros lugares del país y a la región. Estamos contactando a emprendedores en Chile y Uruguay”, adelanta Karine.

Mejor pedaleando
Uno de los primeros trabajos de Gabriel Gasparrou fue repartir volantes de un show de tango en La Boca. Así conoció a Nicolás Falcioni, socio de Urban Bikin, un emprendimiento de tours en bicicleta, a quien le compró el negocio en 2003. Pagó unos $ 14.000 por la marca, 10 bicicletas y algunos clientes. A partir de ahí, armó una SRL y renovó la flota de bicis, optando por Bambucicletas, que son más livianas, ecológicas y se producen con mano de obra local.

“Decidí enfocarme en el turismo responsable, que busca el menor impacto ambiental posible y pagar un precio justo”, cuenta Gabriel. “Por eso, estamos certificando ISO 9001”. El emprendedor obtuvo en 2011 un ANR de $ 58 mil, con el que se trasladó de su casa a un local a la calle y renovó parte del equipamiento y las bicis.

La compañía ofrece paseos armados, según los intereses de cada grupo, y también el alquiler de bicicletas. Y si bien la afluencia de turistas extranjeros a Buenos Aires bajó el último año, el negocio no paró de crecer. La estacionalidad (en los meses de frío se trabaja poco) es una debilidad de este emprendimiento. Sin embargo, “en un contexto donde las ciudades están saturadas del tránsito, la bici es como una alternativa rápida, económica y entretenida de hacer turismo”, dice Gabriel.

Español para extranjeros
El instituto Join Us empezó, en 1991, como escuela de inglés para chicos y adultos. Con el boom del turismo internacional en Buenos Aires posterior a la crisis de 2001, se abrió la posibilidad de enseñar español para extranjeros. “Empezaron a venir no sólo turistas, sino también estudiantes universitarios y de posgrado”, cuenta Andrea Carricaburu, socia del instituto.

“A través de un conocido que alojaba en su casa a estudiantes noruegos, empezamos a dar clases de español por la mañana, a contraturno de las clases de inglés”, recuerda Andrea. “Nos contactaron con una escuela de idiomas de Oslo, y así generamos una alianza con otros institutos europeos. Como, en general, los estudiantes necesitan alojamiento y quieren hacer paseos, nos asociarnos con casas de familia, guías y otros emprendedores, para ofrecer paquetes completos”, cuenta.

Este modelo de negocios funcionó muy bien hasta 2008, cuando la crisis financiera retrajo el turismo desde Europa y los Estados Unidos. “A partir de allí, cambió el perfil de los viajeros. Hoy llegan más desde países de la región, y creció la afluencia de estudiantes brasileños que buscan clases de español, e incluso de englés”, apunta. En general, son estudiantes secundarios y vienen en grupo.

“Les ofrecemos alojamiento en casas de familia para hacer una inmersión en el idioma, y también mucho shopping y entretenimiento”, dice Andrea. Su instituto es parte de la Red de Turismo de Idiomas por la cual generó convenios con instituciones en Mendoza, Salta y Bariloche para ofrecer a los estudiantes continuar el curso mientras recorren el país.

A pesar de que los contingentes estudiantiles brasileños crecen, aún no compensa la baja del turismo norteamericano y europeo. “En el mejor momento, los estudiantes de español extranjeros eran el 30% de la matrícula, hoy son el 10% y no hemos ajustado el valor de las clases en dólares”, señala. “Hoy, no creo que sea negocio tener una escuela de español para extranjeros, pero sí es un buen complemento para una escuela de idiomas", concluye.

María Gabriela Ensinck
El Cronista
Imagen: El Cronista