Hace aproximadamente un año, una semana antes de una conferencia sobre inversionistas ángeles que iba a dar en Costa Rica, recibí un mensaje de correo electrónico de una emprendedora donde me relataba cómo este tipo de inversionistas exigían una cantidad inusual de prebendas y se aprovechaban de la necesidad financiera de los emprendedores. Por tanto, me decía, más que ángeles, estos inversionistas debían ser considerados demonios.
Yo revisaba entonces el ejemplo de Carlos Adamo, quien lideró en Argentina un grupo de inversionistas que aportaron un capital semilla de 50 mil dólares para que Andy Freire y Santiago Bilinikis desarrollaran Officenet, la primera compañía argentina de venta de artículos de oficina por catálogo, y uno de los líderes actuales de la industria.
Mientras tanto, en Costa Rica don Richard Beck y Carlos Mora fundaban Capitales Empresariales Centroamericanos, un fondo de inversión ángel que ayudó a Roy Vargas a desarrollar una serie de iniciativas que hoy constituyen un interesante grupo de empresas de tecnología en Costa Rica.
Y me preguntaba: estos y otros muchos ángeles arriesgan su capital para financiar proyectos de emprendedores que no necesariamente conocen. ¿Por qué entonces tienen mala reputación en algunos círculos emprendedores?
Como lo sugiere la pregunta, la reputación es importante porque la relación entre un inversionista y el emprendedor es, fundamentalmente, una relación de confianza. Es por eso que cuando un emprendedor se siente abusado por parte de un inversionista, este hecho trasciende esta relación individual para afectar el desarrollo de uno de los roles más importantes en la cadena de financiamiento emprendedora.
Cuando un emprendedor está en el proceso de recaudar fondos para iniciar una nueva empresa, típicamente dispone de cuatro fuentes: sus ahorros, su familia, sus amigos y los inversionistas ángeles. Un ángel es entonces un inversionista que contribuye a la creación de nuevas empresas al aportar el capital necesario para su arranque.
Si bien es de esperar que el emprendedor arriesgue parte de sus recursos, la creencia común es que tanto la familia como los amigos aportarán fondos más basados en su relación personal con emprendedor que en el verdadero potencial del negocio.
Sin una rentabilidad meta, este tipo de inversión será mucho más paciente con el emprendedor que un inversionista profesional que busca no sólo ayudar a la creación de nuevas empresas, sino también obtener un retorno adecuado sobre su inversión. Es la confusión reinante entre los objetivos de inversión de un ángel y los de otras fuentes de capital semilla o inicial lo que hace de este tipo de inversionista una de las figuras más incomprendidas en el mundo financiero.
Aún si su objetivo no es financiero, sino de tipo altruista (contribuir al desarrollo del país a través de la creación de nuevas empresas, promover el espíritu emprendedor, etc.), el hecho de que disponen de recursos limitados para conseguirlo los obliga a realizar su tarea con disciplina.
El compromiso de estos inversionistas usualmente es con el emprendimiento, y si el desarrollo y bienestar del mismo demanda un cambio de timón en la empresa, rara vez les temblará el pulso para reemplazar al emprendedor en dicha tarea.
Pero aun si todo sale bien y el emprendimiento produce utilidades, el ángel igualmente puede no estar satisfecho. Su insistencia con acelerar el crecimiento del negocio puede ser malinterpretada como un intento por diluir al emprendedor y expropiarle su invención.
El problema, sin embargo, es que mientras el emprendedor puede conformarse con ser cabeza de ratón, manejando un negocio pequeño que produce utilidades y le permite trabajar en lo que le apasiona, el ángel necesita generar una rentabilidad adecuada sobre su inversión, o bien generar el mayor impacto posible en el país, lo cual requiere crecimiento. Es decir, que el objetivo del ángel siempre fue que el emprendedor se convirtiera en cola de león.
Esto representa un problema si el emprendedor valora más el control de la empresa que la riqueza generada por su inversión y trabajo en la misma. Porque si bien una empresa en crecimiento le proporciona mayor valor al emprendedor, este usualmente se obtiene a partir de la dilución de su participación accionaria producida por la continua recapitalización de la empresa.
La clave entonces para que la relación ángel-emprendedor pueda funcionar es un claro entendimiento de los objetivos de cada una de las partes. Como en toda relación basada en la confianza, es vital saber qué esperar de nuestra contraparte. Y esto depende de una comunicación eficaz. Después de todo, emprendedor y ángel forman un equipo, y deben trabajar como tal.
Luis J. Sanz
Ph.D., profesor de INCAE
consultor en finanzas, gobierno corporativo y empresas familiares.
Su investigación ha sido publicada en libros, revistas académicas y de divulgación en América Latina, Estados Unidos y Europa, recibiendo premios internacionales.
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