viernes, 18 de enero de 2008

Lavaderos: vuelve un cla¡sico de los '80

Ahora son locales más chicos, con menos máquinas y poco autoservicio. Pero ofrecen más servicios, delivery y venta de productos. Hay muchos cuentapropistas que empezaron después de la crisis. Y una franquicia arranca en los US$ 5.000.

¿Quién no recuerda aquella época, por los años de 1980, cuando los lavaderos automáticos se multiplicaban como hongos? Fue el período del boom del sector, cuando muchos se atrevieron a apostar al entonces flamante negocio.

Al éxito inicial de esa década, que llevó a la instalación de 1.500 locales en todo el país, le siguió una caída en los '90, determinada por la saturación de locales y una caída en la demanda. Hoy, pasada la crisis, se nota una leve recuperación liderada mayormente por flamantes cuentapropistas que se animaron a instalar nuevos locales.

La diferencia es que hoy los locales son mucho más austeros tienen unas pocas máquinas y, por ese motivo, ya prácticamente no ofrecen el autoservicio sino el sistema de valet. Por otro lado, los nuevos dueños suelen ser personas desocupadas que tuvieron que salir a encontrar su propio trabajo y vieron en los lavaderos una interesante salida laboral, muchas veces para la familia entera.

Trabajar y trabajar
Esos datos los confirma José Pablo Mateos, director comercial de Marva, una de las tres empresas que lideran el sector de lavaderos automáticos y cuyo diferencial es que ellos fabrican, en su planta industrial de La Plata, sus propias máquinas lavadoras y secadoras.

"En los 80, los lavaderos eran propiedad de empresarios que tenían otra fuente de trabajo y los ponían a funcionar con empleados. Pero después de la crisis de 2001 la instalación de lavaderos empezó a crecer nuevamente. Al no encontrar trabajo, muchas familias invirtieron sus indemnizaciones en lavaderos. La mayoría son empresas familiares, en las que trabajan el marido, la esposa y los hijos, que tampoco consiguen trabajo", explica Mateos.

Tal es el caso de un matrimonio que tiene un concurrido lavadero en el barrio de Belgrano, sobre la calle Blanco Encalada: Roberto Menza, de 64 años, y su mujer, Ana María Lell, de 53. A fines de 2000 los dos se quedaron sin trabajo, por lo que ambos comenzaron a buscar opciones de trabajo independiente ya que por la edad de ambos y problemas de salud de él, sentían que se habían quedado afuera de las búsquedas convencionales de empleo. Así fue como en octubre de 2001, y luego de ver varios lavaderos de la zona, se decidieron a invertir sus ahorros —un total de US$ 15.000— en comprar el fondo de comercio de su actual lavadero, además de alquilar el mismo local que ya ocupaban los anteriores dueños.

Su apuesta fue doblemente fuerte: no sólo porque no conocían el rubro, sino porque prefirieron largarse solos en lugar de adquirir una franquicia, un servicio que hoy proporcionan sólo dos empresas en el país: Lava Ya y Lave-Rap. Además, claro, la debacle económica del país no ayudaba. Pero no se achicaron: a pesar de las advertencias de amigos y familiares, siguieron adelante con la idea.

Al principio les resultó durísimo. "La inversión se hizo como una 'compra de trabajo', en realidad de dos trabajos. Cuando arrancamos acá teníamos nada más que unos siete u ocho servicios de valet diarios. Además, de las seis lavadoras que teníamos, resultó que ninguna funcionaba. Nos habían vendido el lavadero con las máquinas preparadas sólo para que las viéramos funcionar un rato. A la semana se pararon dos, después otra más y así sucesivamente", recuerda Menza. En aquellos meses, literalmente contaban las monedas y trabajaban sin pausa sábados, domingos y feriados. Además, tuvieron que seguir desembolsando dinero: primero para equipar el local con estanterías, percheros y un mostrador, y luego para ir arreglando las máquinas.

Pero el esfuerzo dio sus frutos. De aquellos pocos servicios de valet por día, hoy pasaron a 60 y 70. Y al equipo original (compuesto también por su hija Claudia), ahora se suman dos o tres empleadas según las demandas de trabajo.

¿Cuáles son las claves que explican su éxito? Según ellos mismos: "Trabajar, trabajar y trabajar 14 horas por día y sin mirar si a la competencia le va mejor o peor. Así, de a poco, fuimos cosechando una clientela. También nos ayudó mucho ofrecer delivery, ya que no todos lo hacen", explica Ana María. La pareja también comenzó a ofrecer otros servicios además del lavado: secado y planchado de ropa, un valor agregado que cada vez más lavaderos incorporan, como servicios de tintorería, de limpieza de cueros y venta de todo tipo de productos de limpieza, incluidos productos sueltos, como detergentes y lavandinas por litro.

Los edificios, otro impulso
Para Mateos, de la cadena Marva, el repunte de los lavaderos automáticos se debe también a otros factores, como el crecimiento edilicio: "Donde antes había casas —explica— ahora hay torres. Además, los espacios de muchos de estos nuevos departamentos son reducidos y no tienen lavaderos ni terrazas. Entonces sus habitantes tienen necesidad de lavar y para ello recurren a los lavaderos. Si antes había un local cada quince o veinte cuadras, hoy hay uno cada dos o tres cuadras y siguen trabajando, porque hay nuevos clientes".

"También influyó el boom turístico, ya que muchos nuevos emprendimientos hoteleros, por ejemplo, precisan nuevos equipos de lavado y secado, y recurren a nosotros", agrega Mateos. Mientras que Marva ofrece sus lavadoras y secadoras de fabricación propia, asesoramiento para la instalación de locales y el permiso para utilizar la marca, no da franquicias. Para ello, hay que recurrir a las otras dos firmas del rubro: Lava Ya y Lave—Rap.

Franquicias
Lava—Ya se instaló en el país en 1984, y otorgó su primera franquicia ocho años después. Hoy, tienen 10 locales propios y 84 franquiciados: 24 en Capital y 60 en GBA e interior del país. Para adquirir una franquicia hay que pensar en una inversión mínima de U$S 14.000, contar con un local de al menos 40 m2 —ubicado en zonas habilitadas para este rubro— y con las instalaciones pertinentes de agua, electricidad y gas, entre otros requisitos. Se calcula que la inversión se recupera a los 15 meses.

Guillermo Loiácono, gerente comercial de Lave-Rap, analiza los distintos perfiles de los actuales dueños de lavaderos. "Entre nuestros franquiciados encontramos diferentes perfiles: el inversor que cuenta con varios locales funcionando, jóvenes emprendedores que buscan desarrollar su propio negocio, grupos familiares que transformaron al lavadero en su fuente de ingreso principal y matrimonios que incorporan al lavadero como una segunda fuente de ingresos".

En cuanto a los servicios que la empresa presta a sus franquiciados, Loiácono destaca: "asistencia en la atención del local, armado del local, provisión de manuales de instalación técnica, manuales de imagen corporativa, asistencia en marketing y publicidad, soporte técnico y comercial permanente y garantía de dos años en los equipos".

Georgina Dritsos
Revista Pymes

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