Pero, tenemos que tener en cuenta que estamos ante una de las decisiones más importantes de nuestra vida, la cual puede tener diferentes implicancias según el grado de certeza que ofrezca nuestro proyecto, nuestra edad o las responsabilidades que tengamos a cargo.
El salto debe darse con la suficiente premeditación, ya que, de otra manera, podemos llegar a atentar contra el mismo emprendimiento que estamos encarando. Esto suele compararse con el debut de un jugador de fútbol en primera división. Si lo concreta antes de tiempo, puede “quemarse” y reducir las posibilidades de éxito. Y si no lo hace nunca, probablemente, tampoco llegue a saber como le hubiera ido, por lo que vamos a evaluar algunos de los consejos que podemos dar al respecto, como para orientar la toma de decisión:
1. Cada proyecto tiene diferente magnitud, y distintos requerimientos, por lo que es muy difícil certificar cuál va a ser el tiempo correcto, o afirmar que existe un standard inamovible. Podemos afirmar que mi regla de oro se basa en lo siguiente:
Recién cuando el emprendimiento supera mis ingresos en relación de dependencia, durante seis meses consecutivos, puedo evaluar la posibilidad de renunciar a mi trabajo.
Recordemos que no es una regla inamovible, pero a mí me dio buenos resultados, ya que, en ese momento, la persona está bombardeada por muchas percepciones diferentes, que hacen compleja la decisión.
2. Es muy importante recordar que una vez que se renuncia, difícilmente pueda revertirse en el corto plazo, por lo que se debe tener una cobertura prudencial. Es decir, el emprendedor debe saber con certeza que puede financiar sus gastos personales (y los de su familia), por un plazo razonable. Dicho plazo, varía en función a cada persona, y tiene directa relación con el grado de maduración y las utilidades que arroje cada proyecto en marcha.
3. Debemos recordar que, en muchos casos, debemos inyectar capital de trabajo en un emprendimiento recién iniciado, por lo que no podemos conformarnos con tener “cubierto” nuestro sustento, sino también los requerimientos de inversión que, mes a mes, necesite el proyecto.
4. La existencia de un socio altamente compatible con nosotros, que transite este camino a la par nuestra, aporta a la seguridad en la decisión a tomar y permite alargar los tiempos necesarios, como para desvincularse de la relación de dependencia en el momento indicado.
Recordemos que las acciones sin meditar, suelen llevarnos por caminos inciertos, mientras que la necesidad nos agudiza y nos hace más eficaces. Recuerdo un cuento que me contó mi abuelo, que relataba las anécdotas de un sabio, que recorría el mundo con su aprendiz, un joven de unos 20 años. Al llegar a una cabaña muy precaria, golpean la puerta, y los atiende el dueño de casa. Era un campesino humilde, que los invita con un vaso de leche. Mientras charlan, le explica a los trotamundos que el sustento de su familia dependía de la vaca que tenían atada al lado del barranco. La venta de la leche les permitía tener lo mínimo necesario para subsistir. Luego de despedirse, el campesino cierra la puerta. El sabio le dice a su aprendiz que desate la vaca y que la tire por el barranco.
El joven no salía del asombro, pero el elevado respeto que le tenía a su mentor lo hizo obedecer sin titubear. Sin entender por qué, vio caer la vaca del barranco de más de 100 metros y estrellarse al final. Años después, el joven aprendiz, ya convertido en sabio, recorría el mundo, desde su posición de erudito, y decidió volver a visitar a la familia a la que le había sacado el sustento, sin razón aparente.
Para su sorpresa, al llegar, vio un enorme palacio en lugar de la cabaña. Tocó la puerta, y apareció un ama de llaves. El sabio le preguntó por los habitantes de la antigua cabaña, y ella respondió que estaban a punto de cenar. Sin perder el asombro, ve acercarse al campesino muy bien vestido, que lo reconoce y lo invita a quedarse a comer. Durante la cena, el sabio le pregunta qué ocurrió desde la última vez que se vieron. A lo que le responde, que la noche que hablaron, murió su vaca, por lo que se vieron forzados a buscar otro sustento.
Comenzaron sembrando una parte del jardín, y posteriormente, terminaron alquilando las tierras de los vecinos. En ese momento, el joven sabio comprendió lo que su mentor le había hecho hacer: muchas veces “tenemos la vaca atada”, por lo que nunca vamos a comenzar a sembrar. A veces, que caiga la vaca por el barranco puede acelerar una decisión que, de otra manera, podría estar eternamente postergada.-
Sebastián Gebara
Emprendimiento de Nuevos Negocios (UCA)
Consultor PyME