Para que un emprendedor sea exitoso debe reunir ciertas competencias esenciales. Las mismas son: flexibilidad, discernimiento; espíritu de síntesis; sentido de lo Humano; apertura y tolerancia; concentración y un espíritu crítico. Aquí un desarrollo de ellas.
La flexibilidad
Una empresa o un hombre sólo pueden sobrevivir y desarrollarse dentro de un entorno fluctuante e imprevisible, cuando poseen aptitudes para el cambio. Cambio de estrategia, de estructura, de estilo, de "don de mando", para la empresa. O mutación para el organismo, revisión de los valores y de los estereotipos culturales, cuestionamiento del modo de vida y de trabajo para el hombre. Cuanto más importantes y numerosas sean las fluctuaciones, más grande es la flexibilidad que se requiere para hacerles frente.
Sin embargo, la mayoría de las estructuras no están adaptadas al mundo inestable de este fin de siglo. Nacidas en un entorno inmutable, no fueron concebidas para el cambio. Su estabilidad, su pesadez y su precisión, cualidades apreciadas en el pasado, se han transformado hoy en verdaderos inconvenientes. Están privadas de ésa capacidad de desarrollo innovador que las caracterizó en sus orígenes.
El discernimiento
La diferencia entre el triunfo y el fracaso, o el éxito y la quiebra, reside en la capacidad de separar lo esencial de lo accesorio. El discernimiento es indispensable para actuar con eficacia en situaciones poco claras y delicadas. Implica la capacidad de diferenciación y jerarquización.
La capacidad de diferenciación está ligada a un sentido de matiz. Esa sutileza, ese "poder separador" característico del ojo agudo. La capacidad de jerarquizar es indispensable dentro de un medio con exceso de información. El cerebro se encuentra mejor provisto para dirigir la escasez que el exceso de datos.
Más que nunca, lo urgente ha invadido el tiempo de decisión, y los que deciden, por no tratar los verdaderos problemas, crean para el futuro nuevas urgencias. De aquí que lo importante es filtrar. Tener discernimiento es cuestión de filtros, y de buenos filtros.
El espíritu de síntesis
La ubicuidad en las comunicaciones, el enredo de las funciones, de los organismos, de las sociedades y/o de los estados, hacen imprevisible la consecuencia de la más mínima decisión. Ya no podemos considerar un fenómeno de manera aislada. Querer dar respuestas puntuales a perturbaciones puntuales conduce a postergar los malos funcionamientos, y a exponerse a reincidencias agravadas.
Todo esto conduce necesariamente a condenar la especialización. Todo especialista debe ser también un generalista. Cada especialista debe ampliar su campo de competencia, y estar en capacidad de comprender en profundidad el lenguaje, el pensamiento, la lógica y los métodos utilizados dentro de los otros campos.
El dirigente es un hombre dotado de un zoom. Sin cesar, pasa de una visión global (gran ángulo), a la de un teleobjetivo: precisa, aguda, pero estable y parcial. Es preferible un conocimiento imperfecto dentro de un cierto número de campos, con la aptitud de reunirlos, que la ignorancia del conjunto y la focalización sobre un número restringido de especialidades obtusas.
El sentido de lo Humano
La búsqueda delirante de una hiper racionalidad, la mitificación de la informática y de la telemática, el de la vida en manos de especialistas, nos han hundido en un universo glacial y deshumanizado.
Los dirigentes sólo se comunican por medio de reuniones formales. Este derroche de medios, esta "logomaquia" esconde, en realidad, una necesidad y dos carencias. Por un lado, la necesidad de calor humano, de pertenecer a una comunidad, preservando sin embargo la individualidad; y el libre albedrío. Por el otro, las dos carencias: 1) Incapacidad del sistema y de las organizaciones para desarrollar el sentido crítico, para liberar las mentes de la despiadada presión, de la rutina o del estrés que produce la excesiva competencia. Y 2) la superficialidad o la indiferencia de ciertas personas, a pesar que han hecho estudios.
No serán los excelentes administradores, sino los empresarios humanistas y abiertos al mundo de la reflexión, quienes mejor motiven a los responsables, les den la energía y la voluntad que permita a la empresa desarrollarse en un mundo altamente competitivo. Esto ya es cierto hoy, y lo será aún más mañana.
La apertura y la tolerancia
Conocemos muchos grupos donde reina la más calurosa solidaridad, la más intensa amistad, la más fuerte motivación, la voluntad de vencer y de llegar al éxito. Hasta ahora, este espíritu de grupo era considerado como la clave fundamental para alcanzar el éxito, y se ponía todo en marcha para reforzarlo y exaltarlo.
Hoy, nos damos cuenta que esta ventaja conlleva reveses peligrosos. En efecto, la cultura de empresa es generadora de estereotipos. Este inmovilismo podría romperse con la primera mutación del medio. Les corresponde, entonces, a los dirigentes de todos los niveles, más allá de establecer y reforzar la solidaridad de la empresa, controlar los defectos del sentido crítico.
No debemos olvidar que el futuro es provocador, y que aquellos que son conscientes de ello, molestan. El emprendedor es aquel que sabe proteger a los “locos”, a los "diferentes", a los "imaginativos".
La concentración y el espíritu crítico
El secreto de los campeones deportivos no reside, como se piensa comúnmente, en condiciones físicas excepcionales, ni en una prodigiosa voluntad de vencer. Su secreto está en la capacidad de visualizar, sin tregua, todas las facetas de su adversario. Y de analizar, sin descanso y con implacable serenidad, sus propias debilidades y, pacientemente, tratar de colmarlas.
Y sobre todo, en la increíble velocidad de memorización de estos miles de combinaciones, la parsimonia con la cual el más mínimo segundo es capitalizado. Es decir, que el tiempo está pleno: la concentración es intensa, al límite de la fascinación. La concentración intensa, continua, crítica y abierta es la marca del dirigente. Si es escasa, se adquiere igual, como se adquiere una musculatura, una resistencia, un sentido de las oportunidades.
Salir de la visión encasillada
Para poder salir de la estrechez de visión que nos impide ver alrededor y al lado, se necesita fuerza. Esto es porque la idea fuerte y simple, la visión de futuro, la evidencia escondida y negada por la idea dominante, molesta a todo el mundo. Únicamente los emprendedores, los soñadores se atreven a perderse en estos surcos. El futuro no se hereda, se sueña y luego, sólo con pasión, se construye.-
Eduardo D. Sánchez
Consultor, investigador y Director Académico de los posgrados en Identidad e Imagen Corporativa y del Diplomado en Antropología Empresarial, de la Universidad de Belgrano