martes, 5 de marzo de 2013

De empleado a propietario: algunas preguntas clave

 
Quien siga mis escritos sabrá ya que creo de manera ferviente en el capitalismo de los emprendedores, no de los dinosaurios. Y que habitualmente propago la convicción de que el mundo necesita más emprendedores y que es a través de ellos como podremos tener mejores resultados en materia de empleo, justicia social y calidad de vida.

Pero de la misma forma que defiendo aquello, descreo de aquel fundamentalismo simplista que, con arengas divertidas pero desmedidas, pregonan consignas como “cambiar el mundo” o “pensar en grande” o “la escala global es todo”. Por supuesto que muchos emprendimientos tienen la posibilidad de nacer con esas banderas. Y son fantásticos. Pero la gran mayoría, no. Y también son fantásticos porque logran, cuanto menos, abrir una puerta de autoempleo para sus protagonistas, siempre terminan generando algo de empleo para otros y, en general, resuelven algún problema o necesidad con mayor humanidad que lo que suelen hacerlo las empresas ya establecidas.

Ser empleado no es una “condición”. Es solo una circunstancia. Mejor o peor según el contexto, la etapa de vida de cada persona, sus prioridades, etc. En buena hora se ha acabado el mundo en el que los hijos de los más ricos, los que tenían la posibilidad de recibir la mejor educación o los que gozaban de ciertos beneficios sociales, culturales o raciales, eran los que emprendían. Y los que emprendían sin algo de esto eran excepciones. Hoy, los componentes de pasión, determinación y capacidad de generar equipos valen más para emprender y reunir capital, que cualquiera de aquellos factores.

Pues bien, de donde emanan esos miles y miles de emprendimientos de pequeña o mediana escala (y que quizás, fruto de la conjunción de múltiples factores, podrán convertirse en grandes empresas) que suelen ponerse en marcha en el mundo? En general, surgen de personas que se juntan, dejan sus empleos y ponen en marcha un proyecto.
 
En este post, quiero contribuir con el análisis que toda persona con aspiraciones de emprender y actualmente en condición de empleado, hace previo a arrancar. Y lo haré en forma de grandes preguntas que entiendo es bueno plantearse.

Porqué?
 Hay múltiples razones que pueden explicar el porque de una decisión de autonomía laboral. Aburrimiento con la rutina laboral de la empresa empleadora, mala relación con jefes y gerentes, debilidad del panorama de crecimiento dentro de la empresa, mal clima laboral, etc. Pero en general, todas estas razones tienen como denominador común una situación de insatisfacción, de no poder plasmar lo mejor de uno en el trabajo de cada día, de estar por debajo del umbral de las posibilidades y aptitudes.

 Cuando esto empieza a hacerse evidente con una vigencia imposible de mitigar es que llegó el momento de comenzar a buscar nuevos rumbos.
 Las empresas existentes tienen la responsabilidad de que esto no suceda de forma generalizada pero deben tener la madurez de aceptar cuando a algunos les suceda y ojalá la inteligencia para aprovecharlo.

Cuando?
 No hay un reloj que mida esto con alguna precisión. Pero podemos arriesgar y decir que ello se da “cuando” una persona entiende que ha acumulado algunas experiencias y saberes que construyen skills de valor para ponerse al frente de un proyecto, y “cuando” se logra visualizar una oportunidad lo suficientemente tentadora y con estimaciones de viabilidad para lanzarse a la aventura de emprender.

 Si a esa insatisfacción que hablábamos en el punto anterior le sumamos que el actual “empleado” ha generado skills de las que se siente seguro y esa detección de una oportunidad de acción, estamos ante la situación en la que un empleado comienza a sentir que dicha condición no es inexorable para el.
 
Cómo?
 Comenzando a jugar un partido que progresivamente nos llevará a estar al frente de nuestro proyecto. Es sano y altamente productivo “conversar” del tema con los actuales empleadores. Y llevar esa conversación hasta la máxima expresión de intercambio y colaboración que la cultura de la empresa empleadora y sus dueños permitan.
 Sobre la base de ello, el partido requiere postergar muchas cosas de una vida ordenada para destinar energías crecientes a modelar la oportunidad visualizada, realizar averiguaciones, acopiar conocimientos, conversar con actores de valor para el futuro proyecto, presentarse a certámenes y concursos, etc. Todo, en tiempos extras al trabajo actual, y sin abusar de la confianza de los actuales empleadores. Llega un momento que el partido requiere acción total. Y es hora de renunciar.

Con qué?
 No hay un kit ideal de lo que debe reunirse para dar el salto. Es muy variable según el tipo de proyecto y varias otras circunstancias. No obstante, podemos intentar una simplificación y decir que la “canasta” a armar para emprender requiere tener algo de ahorros y espalda financiera para unos meses difíciles, una situación personal / familiar teñida de apoyo y comprensión, una oportunidad para emprender estudiada y profundizada todo lo posible, alguna “palanca” en la cual apoyarse para alguno de los temas centrales de la idea (por ejemplo el apoyo de la empresa empleadora actual, algún mentor relevante, etc) y una disponibilidad de uno o más compañeros de ruta (futuros socios).
 No hay éxito garantizado. No hay “kit ideal”. Pero con la reunión de estos 5 elementos en cantidades que uno considere y sienta suficientes, hay una buena mochila para emprender la travesía.
 
Donde?
 En el campo o terreno en el que sienta que pueda agregar valor a través de una propuesta que alguien necesita y pagará por ella. En general, son campos que tienen alguna relación con la industria en la que la persona viene desenvolviéndose como empleado. Los buenos empleados que deciden ser emprendedores sin tirar la ética a la basura (salvo que hayan tenido malos empleadores) deben moverse en un estrecho margen que evite una burda competencia de los negocios para los que ha trabajado y, por otro lado, que ello no implique privarse de utilizar todo lo que ha aprendido en esos espacios para su próximo emprendimiento.

 Y esto es un tema de pura cultura emprendedora: mientras más arraigados tengamos los empleadores que nuestros actuales empleados tienen el derecho y la sana posibilidad de emprender y mientras más incorporado tengan los circunstanciales empleados que emprender es mucho más que copiar, más sano será este proceso parta todos.
 Por otra parte, mientras más inclinación y hasta pasión sienta el actual empleado por el tema donde emprender, mejor serán sus chances de construir un modelo propio significativo.

Con quién?
 Sólo es muy difícil. Hay muy pocas chances de comenzar a jugar el partido que va hacia la autonomía y luego comenzarlo si uno peca de soberbia y cree que “contratando” o “consiguiendo” apoyo puntual de otros bastará.

 Emprender requiere compañeros de ruta. De mínima, un socio complementario en habilidades, visión compartida y sintonía de valores. Y de máxima aparecen otros actores, según el tipo y dimensión del proyecto (mentores, futuros empleados estratégicos que requiere convencer ya para sumar a la previa, aliados, etc).

 No hay que escatimar esfuerzos en esto. Dedicar tiempo a conformar esa “comunidad” que te acompañará en el viaje, en distintas posiciones, es determinante y es la mayor capitalización que se puede hacer del networking logrado en los años de “buen empleado”.
 
Para que?
 Para intentar llegar a algo llamado autorrealización. Gracias Maslow por habernos hecho entender que nuestra escala de necesidades supremas trasciende a lo material. Puedes tener todo a tu disposición, pero si sientes que no estás realizado, estarás en problemas.
 El gran “para qué” de una persona que renuncia al estado “sin riesgos” de ser empleado es alcanzar un propósito mayor con su vida y entrar en la reconfortante zona de la propia creación.
 Habrá mas o menos plata, habrá seguramente momentos de extremo sacrificio, habrá múltiples problemas de difícil resolución, habrá sinsabores, ingratitudes, sorpresas. Justamente todo lo que los análisis profesionales y técnicos no pueden estimar. Pero el “para qué” posible es tan grande, tan radiante, que terminará imponiéndose en la decisión de esos actuales empleados que deciden emprender.

Este artículo no pretende ser una apología destinada a que todos los que actualmente son empleados dejen sus empresas y salgan a emprender. Recordemos una vez más que hay múltiples posibilidades de “ser emprendedor” dentro de una empresa existente. Solo pretendo esclarecer que cualquier “empleado” actual puede querer emprender desde cero. Y es muy sano que así sea siempre que parta de un convencimiento personal y se hayan construido respuestas genuinas a muchas de estas preguntas que todos debieran hacerse.

No hay empleados permanentes. No hay emprendedores por decreto o sólo por imperio del dinero. Hay emprendedores. Y por suerte para el mundo, cada vez más.
 
Andrés Pallaro
www.andrespallaro.com