Un contacto no es un amigo, sostiene el slogan de una campaña publicitaria. Pero bien podría ser un potencial cliente, están en condiciones de agregar miles de pequeñas emprendedoras que usan Facebook como una vidriera virtual para ofrecer los productos que ellas mismas diseñan, producen y, en muchos casos, llevan hasta la puerta de sus compradores. Mezcla de hobbie y negocio que cada vez cuenta con más adeptas.
La venta por catálogo ya no es lo que era. Las épocas en las que la revistita de productos cosméticos y accesorios circulaba de mano en mano y de casa en casa hasta terminar con sus hojas escritas, dobladas y manchadas están destinadas a quedar en el olvido. Un click en un link hace todo más inmediato. “Lo veo y lo quiero ya”, así funciona con las compradoras de Internet, resume Claudia Pugliese, una trabajadora social que combina su tarea en un hospital público con el diseño de carteras y accesorios para la marca La Zurda Loca, que creó junto a su amiga Clara.
Entró al mundo de las ventas por Facebook de visitante. “Me fui metiendo en una red de accesorios, de ropa, de carteras, solicitando yo amistad”, cuenta. Pero todo lo que va, vuelve y fue así que, como en un círculo virtuoso, empezó ella –mejor dicho, su marca- a recibir pedidos. Lo que te permite esta red social es "generar tu autodemanda”, comenta. “Si una semana estoy a full, subiendo fotos, poniendo cosas, es impresionante la demanda que levanto”.
Algo parecido le pasó a Andrea Casares. Entre las fotos de su cuenta personal de Facebook empezó a publicar los modelos de lencería que ella misma producía, desde la idea, pasando por el teñido de las telas y hasta la confección final. La respuesta no tardó en llegar. “Gente que ni conocía me agregaba y, de repente, de tener veinte amigos pasé a tener 150. Ahí me di cuenta de que iba camino al millón de amigos o me abría una cuenta de Jhunia lingerie”. Y llegaron los mil, los dos mil y a los tres mil y pico dejó de contar. Ahora su marca tiene una página en la que los usuarios pueden hacerse fans.
“Es agotador porque le dedico varias horas por día, pero da sus frutos”, señala y acuerda con Claudia: “Tenés que estarle encima y la clave es subir fotos de diseños nuevos todas las semanas”. Empezó hace un año y medio y ya vende al por mayor y cuenta con una red de vendedoras que organizan reuniones a través de Facebook en las casas o trabajos de sus clientas.
Lo novedoso de la herramienta es que les permite controlar y hacerse cargo de todo el proceso de producción, marketing y venta. Ellas elaboran sus productos, sus diseños de marca, sacan y posan para las fotos de difusión, desarrollan promociones y campañas y se encargan de los envíos. “La parte creativa marca la diferencia”, asegura Claudia.
Maia Fridman y Laura Colombo alternan su tiempo entre el horno y la computadora para llevar adelante a su pequeña –y dulce- empresa All you need is cupcakes. “Entre las dos nos encargamos de llevar el negocio, incluyendo la parte comercial, el packaging, el horneado, la decoración” de los cupackes personalizados y tortas que elaboran. ¿Y la fantasía del local propio? “La idea ronda siempre, pero estaríamos cambiando las prioridades y no queremos hacerlo sin tener cubiertas las necesidades de nuestros clientes de siempre”.
Para Clara es “importante saber qué querés y hasta dónde vas a ir”. A ellas les ofrecieron vender al por mayor sus carteras. “No queremos hacer eso, pero en algún punto te tienta”, confiesa. Vender a través de la red social “te exige tomar decisiones todo el tiempo, cuando tenés un proyecto que recién empieza y está tomando forma”.
María Eva, de Luba Accesorios, aprovecha la red también como un espacio en el que conocer ferias y locales que tomen sus productos en consignación, pero reconoce otro aspecto en el que el sitio se puede convertir en un arma de doble filo: “Exponés tus fotos y corrés el riesgo de que te copien”, apunta.
Pero el escollo más importante que las jóvenes emprendedoras reconocen es el tema de cómo se pasa del “lo veo, lo quiero” a que efectivamente se realice la venta. “La gente cuando quiere algo me manda un mensaje que a la bandeja de entrada y arreglamos un día, lugar y horario para que le lleve los accesorios”. Así se organiza Marina Rubino, de A Tout Le Monde Bijouterie, que empezó diseñando aros y collares para sus amigas y ahora encontró una forma de que su pasatiempo le rinda a fin de mes.
“Cuando la respuesta es sencilla, la venta se concreta, pero si empezás con vueltas de ‘coordinemos, busquemos un lugar para encontrarnos”, se cae”, revela por experiencia Claudia. Las chicas de los cupcakes fueron mutando en su política de envío. “Al principio decíamos a todo que sí, después conseguimos a alguien que hacía los envíos con un costo adicional y ahora tercerizamos el servicio completamente, con el viaje a cargo del cliente”. Eso sí, en días especiales, como Navidad, Día del Padre, ofrecen precios promocionales y salen ellas mismas a repartir. Todo suma para seguir ganando amigos, fans y por qué no (o sobre todo) nuevos clientes.
Florencia M. Cunzolo
Diario Clarín (Sociedad)
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